Jornada de la Infancia y Adolescencia Misionera 2017
La Obra Pontificia de la Santa Infancia organiza cada año una Jornada Mundial, durante la cual atrae la atención de los niños hacia las necesidades espirituales y materiales de los más pequeños de todo el mundo. Los niños son animados a ofrecer a los otros niños del mundo su ayuda en forma de oración, de sacrificios, de donativos, estimulándoles a descubrir en ellos el rostro mismo de Jesús. Al llamar su atención sobre las necesidades de los niños pobres de bienes materiales, no se debe dejar de poner de manifiesto la riqueza de sus valores espirituales. Abriéndose unos a otros, los niños aprenden a conocerse y a quererse como hermanos y de este modo se enriquecen mutuamente. (Estatutos de las OMP #15)a editar.
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Jornada de la Infancia y Adolescencia Misionera - Venezuela, 29 de Enero 2017 "Llenando la tierra de la Misericordia del Señor " “Hemos celebrado un año intenso, en el que la Gracia de la Misericordia se nos ha dado en abundancia. Como un viento impetuoso y saludable, la bondad y la misericordia se han esparcido por el mundo entero. Y delante de esta mirada amorosa de Dios, que de manera tan prolongada se ha posado sobre cada uno de nosotros, no podemos permanecer indiferentes, porque ella cambia la vida”, estas palabras del Papa Francisco, en su reciente carta Pastoral “Misericordia y Miseria”, nos sirven como introducción e iluminación para vivir nuestra Jornada Mundial de la Infancia y Adolescencia Misionera asumiendo las indicaciones del Sumo Pontífice y en consonancia con las líneas del V CONIAM. “Infancia y Adolescencia Misionera, llenando la tierra de la Misericordia del Señor“, es el lema de nuestra jornada 2017, teniendo como referencia bíblica el Salmo 33,5 “la Misericordia del Señor llena la tierra”, es el mejor resumen del Antiguo y Nuevo Testamento y de la entera Historia de la Salvación, y desde la IAM “sentimos la necesidad, ante todo, de dar gracias al Señor y decirle: «Has sido bueno, Señor, con tu tierra […]. Has perdonado la culpa de tu pueblo» (Sal 85,2-3). Así es: Dios ha destruido nuestras culpas y ha arrojado nuestros pecados a lo hondo del mar (Mi. 7,19); no los recuerda más, se los ha echado a la espalda (Is. 38,17). |